Cantores de Orquesta Típica

por José, el de la quimera

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La década del 40 fue la época de oro de las orquestas típicas de tango. Se bailaba en locales nocturnos elegantes del centro, donde las mujeres lucían vestidos de gala y los hombres vestían smoking. Estos ambientes dieron material a letristas y poetas de tango, que contrapusieron el lujoso cabaret al arrabal [sobborgo], el paraíso perdido que no se debe olvidar. En el arrabal están los amigos, la madre, lo auténtico y en el centro las luces que encandilan, donde se desvirtúan los valores del barrio. Pero no solo se bailaba en el centro, sino que las orquestas actuaban en los clubes de barrio y en las confiterías (como la Ideal) también.

Una componente esencial de la orquesta era el cantor. En la historia del tango hay tres etapas. En la primera, hasta los años 30 del siglo XX, existe el cantor como solista, que es el sucesor del payador. Un ejemplo es Carlos Gardel. Luego, con la aparición de las orquestas típicas y hasta los años 40, aparece el estribillista, que cantaba una parte muy reducida del tema. Finalmente, en la mitad de la década del 30 entra en escena el cantor de orquesta, que caracterizó la época de oro del tango. Uno de los pioneros en introducir el cantor de orquesta fue Juan D'Arienzo, que en 1938 graba el tango Indiferencia con su cantor Alberto Echagüe. Sería muy extenso mencionar a todas la duplas director-cantante, basta decir D'agostino-Vargas, Tanturi-Campos o Troilo-Fiorentino para dar una idea de que estos dúos formaban una unidad inseparable y esencial para el tango danza, y lo es hoy día en una milonga que se precie de tal.

Que el cantor de orquesta es un instrumento más y por esto se acopla perfectamente con el conjunto no hay dudas. Había una perfecta sincronización y armonía entre el vocalista y la formación musical. Se trabajaba especialmente para ese fin. En muchas milongas se ponen temas de la década de oro pero con arreglos y cantantes de la década del 60 y después. Esto es un error, porque en este período el cantante pasó a ser la componente principal, un solista, como sucedía a principios del siglo XX. No es posible bailar tango con esa estructura. Son temas para escuchar, como lo son los temas de Gardel y de Piazzolla. Y no es lo mismo el Troilo de los 40 (con Fiorentino) que el Troilo de los 70, con otros arreglos y un cantante solista. D’Arienzo expresa estos conceptos ya en 1949: A mi modo de ver, el tango es, ante todo, ritmo, nervio, fuerza y carácter. El tango antiguo, el de la guardia vieja, tenía todo eso, y debemos procurar que no lo pierda nunca. Por haberlo olvidado, el tango argentino entró en crisis hace algunos años. Modestia aparte, yo hice todo lo posible para hacerlo resurgir. En mi opinión, una buena parte de culpa de la decadencia del tango correspondió a los cantores. Hubo un momento en que una orquesta típica no era más que un simple pretexto para que se luciera un cantor. Los músicos, incluyendo al director, no eran mas que acompañantes de un divo más o menos popular. Para mi, eso no debe ser. El tango también es música, como ya se ha dicho. Yo agregaría que es esencialmente música. En consecuencia, no puede relegarse a la orquesta que lo interpreta a un lugar secundario para colocar en primer plano al cantor. Al contrario, es para las orquestas y no para los cantores. La voz humana no es, no debe ser otra cosa que un instrumento más dentro de la orquesta. Sacrificárselo todo al cantor, al divo, es un error. Yo reaccioné contra ese error que generó la crisis del tango y puse a la orquesta en primer plano y al cantor en su lugar. Además, traté de restituir al tango su acento varonil, que había ido perdiendo a través de los sucesivos avatares. Le imprimí así en mis interpretaciones el ritmo, el nervio, la fuerza y el carácter que le dieron carta de ciudadanía en el mundo musical y que había ido perdiendo por las razones apuntadas. Por suerte, esa crisis fue transitoria, y hoy ha resurgido el tango, nuestro tango, con la vitalidad de sus mejores tiempos.

Ser cantor de orquesta típica no significaba simplemente cantar la letra, implicaba la realización de una estructura determinada que armonizaba instrumentos y voz. Roberto Goyeneche y Julio Sosa, por ejemplo, fueron cantores de orquesta (de Salgán y Francini-Pontier, respectivamente) pero luego se hicieron solistas y por lo tanto no bailables en un contexto distinto de la orquesta típica, y sucede lo mismo para cualquier cantor pasados los años 60.  Hoy día, es raro encontrar ahora esa conjunción orquesta-cantor que pueda ser bailable en una milonga. Una de las excepciones es el Sexteto Milonguero, que eligen tangos bailables, intentan respetar los arreglos de la época de oro y su cantante, Javier Di Ciriaco, armoniza bastante bien con los músicos. En este video se los puede escuchar en el festival de Bucarest en el año 2010.

Sexteto milonguero en Bucharest, Abril 2010

Viven todavía algunos grandes cantores de orquesta, Juan Carlos Godoy (1922) y Alberto Podestá (1924) cuyos verdaderos nombres son Aníbal Domingo Llanos y Alejandro Washington Alé, respectivamente; Rubén Cané (1927), cuyo nombre es León Rubén Cleriere que cantaba con Angel D'agostino, y Osvaldo Ribó (1927) (Andrés Bartolomé Osuna) que cantó con las orquestas de Alfredo Gobbi y Ricardo Tanturi. Podestá tuvo una trayectoria muy destacada ya que fue cantante de Miguel Calo, Carlos Di Sarli, Pedro Laurenz, Francini-Pontier y Edgardo Donato. La decana del tango es Nelly Omar (1911) (o Nilda Elvira Vattuone), que cumplirá 100 años el 10 de setiembre, aunque no es exactamente una cantante de orquesta típica, como se entiende para la milonga o el baile, porque se bailaba (y se baila) con cantores y no cantoras. Hector de Rosas (1931)  (Héctor Ángel González Padilla) , cantó con Osmar Maderna, Florindo Sassone, Osvaldo Fresedo, Miguel Caló, Jose Basso y Astor Piazzolla. El propio Astor dijo que, cuando formó su quinteto, buscó los mejores músicos, pero le faltaba el cantor. Según Astor, fue De Rosas un cantante pulcro y cuidadoso. No era una voz calenturienta, nunca le molestó la música que yo escribía. Estuvo por encima de Lavié y Trelles, porque De Rosas era otra cosa, un instrumento más, una flauta, ponía la voz justo donde debía ir. Y esto dicho por Piazzolla tiene su valor porque él intentó que la gente escuche (y no baile) el tango, tal vez porque era rengo y al él no le interesaba o no podía bailar. Ironías de la vida, los que no saben bailar hoy prefieren a Piazzolla que el tango tradicional.

A Godoy lo escuché cantar en “Bien Bohemio”, en el barrio de Almagro, el sábado 9 de Abril, junto con otros cantantes más jóvenes, acompañado por un dúo de guitarras. A pesar de haber perdido parte de su voz, Godoy conserva el estilo y la técnica que tenía cuando cantaba en las orquestas de Ricardo Tanturi y Alfredo de Angelis. Como el mismo dijo, es un cantante de orquesta, tan protagonista como el bandoneón o el violín, nunca la "prima donna"; no "grita", canta y sin esfuerzo con una cadencia y melodía que se puede bailar. Godoy no perdió lucidez. Contó algunos chistes y la anécdota de cuando conoció a Carlos Gardel: Para ese mismo tiempo en el Teatro Moderno se presentó Carlos Gardel y tengo muy presente todavía que le fui a comprar cigarrillos a una que venía con él en la embajada y así entré de "ronga" [de garrón]. Para ese entonces yo tenía pantalones cortos y me acuerdo que Gardel cantó sentado, colocando las guitarras detrás de sí.

Escuchemos algunos tangos de duplas director-cantante famosas.

En este tango, ejecutado por la orquesta típica de Troilo el tema es instrumental al inicio y al final y Fiorentino se acopla como un instrumento más de manera tal que se puede bailar su voz.

Toda mi vida (1941)

Música: Aníbal Troilo
Letra: José María Contursi
Canta: Francisco Fiorentino

En este, muy bailable, tango-vals la dupla de cantores Godoy-Martél, acompañados por la orquesta de Alfredo De Angelis, son un buen ejemplo del canto a dúo de la década del 40:

Que Dios te perdone

Música: Félix Blanco
Letra: Félix Blanco
Cantan: Juan Carlos Godoy y Lalo Martél

Este video documental valioso muestra a Angel Vargas con la orquesta de Angel D'Agostino, en 1945 cantando "A pan y agua". El cantor se ubica medio de la orquesta típica, compacta, con 5 bandoneones en la primera fila y 4 violines en la segunda.

A pan y agua (1919)

Música: Juan Carlos Cobián
Letra: Enrique Cadícamo
Canta: Angel Vargas

Y terminamos con música clásica. El hermoso tema "La Melodía del Corazón" es "tango líquido" como diría Giorgio. Te transporta por la pista el tango mismo. En esta interpretación, la orquesta de Edgardo Donato y su cantor Romeo Gavioli, recrean el tema de Federico Chopin "Op. 10. Nr. 3, Tristesse" en ritmo de tango para que se pueda bailar.

La Melodía del Corazón

Música: Fioravanti Di Cicco
Letra: Carmelo Santiago
Canta: Romeo Gavioli

Op. 10, Nr.3, Tristesse, Federico Chopin

   

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